El anciano se acomodó el sombrero cuando empezó la lluvia, pero retiró la mano de inmediato cuando sintió una punzada aguda. Se llenó de una mezcla de asombro y terror cuando notó que esa lluvia era diferente a todas.
Toda la gente en el pueblo corrió a refugiarse en donde fuera, extrañándose mutuamente sobre el sucedo sin precedente que sus ojos obervaban. Ya era de por sí extraño que lloviera en esa temporada del año, pero la naturaleza de esa lluvia era algo incomprensible para esos rústicos que dividen las leyes naturales entre las cosas del hombre y las cosas de dios. Y es que no era de esos sucesos que cobijamos bajo el benigno nombre de historia, como las muertes, las guerras o las hambrunas, hechos perfectamente comprensibles para cualquiera y que se repetirán hasta el fin de la humanidad: cosas perfectamente conocidas que suceden de vez en vez. Esta lluvia de esquirlas plateadas no podía ser somprendida ni como cosa de hombres ni de dios (nunca se ha sabido en las biblias o libros sagrados sobre lluvias de esquirlas plateadas que se disuelven al contacto con la tierra en pequeños arroyos mercurosos).
La gente observó a los animales del exterior convertirse en auténticos alfileteros vivos mientras las esquirlas disueltas eran suplidas por otras nuevas en un intenso caer que creaba un ruido desconocido y que imprimía una nota de pavor al caer sobre los techos de zinc y lámina. A los niños les parecio una de esas cosas inexplicables que se aceptan y ya, como que las cosas caigan para abajo. Para cada uno de los adultos significaba un castigo en blanco al que cada uno le acomodó el nombre que creyó conveniente.
Como suelen ser esas cosas, no fue demasiado prolongado ni dejó muchas huellas, a no ser la infinidad de pequeñas heridas en los animales, las tierras como con marcas virulentas y ríos brillantes y plateados que desaparecieron en las entrañas del suelo.
Lo más prudente era olvidar el suceso, no fuera a pasar -como sugirió prudentemetne el sacerdote- que otras personas se enteraran del raro proceder de la lluvia en ese pueblo y fueran a creer que estaban malditos, o algo peor. Los niños ni lo recordaron al cabo de unos años, a los adultos el silencio prolongado les borró insensiblemente el recuerdo y al final quedó marcado suavemente como el recuerdo de un sueño mucho tiempo atrás.
De cualqier forma -agregó uno de los más viejos del pueblo, en vista de la recomendación del sacerdote-, en estas tierras es más fácil una maldición que un milagro.
Bravo. Maldito perro, bien jugado; pero no te la puedo comprar aún, revisa ese paréntesis, no por ser parche tiene autorizado entrar a codazos.
ResponderEliminarNo debería extenderme, quería que esto se quedara hasta el primer punto; pero mira, "biblias o libros sagrados", bromeas? O elementos de lo primero o de fuentes diferentes, ejemplos:
"... en las fábulas del antiguo testamento o en los evangelios"
" ... no lo advirtieron los profetas mayores ni fue profetizado en las misivas de los apóstoles"
o bien:
"en libros santos o leyendas"
Muy bien, Lobo, nunca me había complacido tanto de un resabio a metal.