no me arrepiento
de las flores
arrancadas
ni del molino
no habrá responso
ni catarsis ni
aureolas teñidas
con canela
no más raíces podridas
levantando los cristales
en que entierran
a los vivos
se pudren las piedras,
las almas de las cuerdas
los niños en sus
cunas de madera;
ruedan gatos
persiguiendo ojos conmovidos
como perlas de lástima
corren turbios ríos de plomo
y se ensanchan en las calles
tan sin nombre, tan
arrancadas de su sueño
vibrante
en las coronas de huesos
suenan carrillones
de lenguas secas
de lascivia
sigue todo en la cajonera
los cabellos en el orden exacto
las palpitaciones, los crujidos
de pulmones secos de tanto
tiempo podrido.
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